Francisca se unió a la familia Juárez que en ese tiempo estaba compuesta de su padre Salvador Juárez, su madre Francisca Sánchez, y sus hermanos Jesús, Magdalena, Rosa Elia, y Roberto.
Dos años después, nacería su hermana menor María del Rosario con quien compartiría toda una vida de experiencias.
A la inocente edad de seis años, Francisca tuvo que continuar su vida junto a su padre y sus hermanos sin la compañía de su madre quien murió de enfermedad – la vida así lo había decidido. Francisca pasó su infancia enfrentando los duros caminos del mundo sin su madre, pero ella nunca la dejó de la mano – protegiéndola, guiándola y llenándola de una alegría que eventualmente la prepararía para enfrentar la vida como adulta.
En su adolescencia, Francisca conoció a José Eugenio Orozco, de quien se enamoraría eternamente y con quien compartiría 46 años de matrimonio en un hogar lleno de bendiciones. Solo unos años después, Dios les envió a los dos amores más grandes de su vida, sus adorados hijos: Marco Antonio y Claudia Elizabeth, completando así una familia llena de cariño y de la cual Francisca estaría muy orgullosa y de la cual cuidaría como su mayor tesoro.
Buscando una mejor vida para su familia, Francisca y José Eugenio decidieron dejar Matamoros y trasladarse a Houston, Texas donde con mucha dedicación y esfuerzo formaría un nuevo hogar. Una vez en Houston, Francisca paso a ser un pilar de apoyo para sus hermanos quienes continuaban en Matamoros. Conforme fueron llegando a Houston con sus familias, todos y cada uno de sus hermanos encontraron cariño y apoyo en Francisca y José Eugenio. En su hogar, también encontró alojo su padre Salvador Juárez hasta el fin de sus días en Octubre del 2003.
Por muchos años, todas las familias vivieron en sus respectivas casas en la misma calle, en el mismo barrio. Francisca continúo siendo un pilar familiar y dando su corazón, alegría, y cariño como lo hizo desde un principio.
Como madre, Francisca inculco la importancia de la familia, la educación, y el trabajo en sus hijos. Ambos terminaron su educación, se hicieron personas de bien, y crearon sus propias familias. Marco Antonio y Claudia Elizabeth les darían grandes regalos a sus padres en forma de nietos los cuales fueron muy consentidos y los llenaros de amor. Así como su familia fue creciendo con nietos, también fue creciendo en sobrinos, más de 40 sobrinos y sobrinos-nietos la adoraban.
De niña, a Francisca siempre le gusto cantar con su voz alta y encantadoramente desentonada; y como adulta siguió cantando sin importarle quien escuchaba. Todos los que conocieron a Francisca sabían de su alegría por la vida y de cuán importante también era para ella su casa y el bien venir a todo el que la visitaba. Todo el que entraba a su casa era recibido con una gran sonrisa, un abrazo, y un “!Qué bueno que viniste!” Su casa siempre estuvo limpia, adornada, y llena de luz. En sus tiempos de dificultad Francisca siempre recurría a la palabra de Dios. Así es como ella renovaba su gozo y tranquilidad.
En sus últimos años Francisca y su esposo, José Eugenio, decidieron viajar lo más frecuentemente posible. Viajaban con sus hijos, con hermanos, con amigos, y a veces solos. Vivieron su vida feliz, libres, y con una perspectiva de la vida muy positiva y llena del amor de Dios.
Dios le concedió a Francisca hacer su último viaje para visitar a la Virgen de San Juan en McAllen, Texas donde por motivo de la pandemia re-abrieron la basílica solamente para ella. El sacerdote le dio su bendición frente a la Virgen y 25 miembros de su familia quienes la acompañaron en caravana.
Francisca estuvo rodeada de familia y amor hasta sus últimos momentos – el mismo amor que ella creo en los corazones de esos familiares. Unas horas después de llegar a Houston, Francisca se quedó dormida en su cama con su rosario en las manos y despertó en el cielo el 25 de mayo del 2020. Dejo atrás a su esposo, José Eugenio, a sus queridos hijos Marco Antonio y Claudia Elizabeth, a su nuera Silvia Guajardo, a su yerno Ryan Thomas, y a sus nietos Aracely, Anahí, Eugenio, Kevin y Marco, al igual que a sus hermanos, sobrinos, y amigos.
La palabra de Dios dice en Juan 11:25-26, “Yo soy la resurrección y la vida. El que cree en mi vivirá, aunque muera; y todo el que vive y cree en mí, no morirá jamás.”
Francisca estará eternamente en nuestros corazones. Gracias a Dios que te permitió ser parte de nuestras vidas. Nos volveremos a ver.
Descansa en paz, Francisca Orozco.
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v.1.8.18