Javier Escobar Sr. died in his sleep on March 6, 2017. He was, without a doubt, the most interesting man in the world. At 95 years of age, with full sense of self and in relatively good health, he passed peacefully into the light. The only thing left unclaimed was a tee-time at the golf course that morning.
Javier Escobar y Córdova was born in Mexico City during the religious persecution of the early 1920s. He was the seventh of 14 children of Don Federico Escobar Arce and Doña Ana María Córdova de Escobar. The Bishop of Puebla took refuge in his parents’ house, where he administered the sacraments in secret while the persecution raged. This early experience had a lasting influence on Javier’s life, and he never tired in defending and supporting the Catholic Church. He was very involved in religious activities, including visiting the sick as well as ministering to people held in our jails. Javier was a faithful husband to Muriel Wicks Escobar, of Houston, Texas, for 65 years. She precedes him in death by three years. He was the loving father of Javier Jr., Federico, Pablo, Francisco, Teresa, Ana Maria and Monica. With open arms he welcomed into his family his children’s spouses Michelle, Cecilia, Peggy, Ricka, Scott Fisher, Jim Miles and Marcus Trevino. He was grandfather to Stephen, Natalie, Andrea, Michael, Gabriel, Rachel, Cristina, Veronica, Sarah, Catherine, María (deceased), Ryan, Andrew, Jaime, Peter and Taylor, and step-grandchildren Montserrat, Anne-Marie, Caroline, Stevie and Matthew. His great grandchildren are Cole Anthony, Peyton Elizabeth, Maddox Alexander, Henry Scott, Jayden James and Mercury Saint. He doted on his grandchildren, always joking with them and making them laugh. He also tried passing on to them his religious beliefs, with varying degrees of success. However, what really defined Javier was his competitiveness. He never backed down from a challenge and was always an enthusiastic participant in any discussion or argument. He was an avid golfer and bridge player, and quickly learned whatever game you put in front of him, frustrating more experienced opponents. He prided himself on being able to identify the composer and title of virtually any piece of classical music. Don Javier was a keen reader of history and followed politics with a concerned interest. A lawyer by training, he spent 40 years in the Mexican Foreign Service, achieving the high rank of Consul General, with assignments in Dallas, Los Angeles and San Diego. Other posts earlier in his career had him traveling the world with his growing troupe, from Austin to Dallas, New York, Sacramento, Milan, Antwerp, Brussels, Dallas again, and Boston. He was an advocate for his compatriots wherever he went, especially engaged in protecting the human rights of immigrants and migrant workers in Texas and California. He made many friends among the rich and famous, and was quick to share anecdotes about them. But he relished every encounter with people from all walks of life, and as a true gentleman, treated everyone with respect and an easy-going sense of humor. Though he was decorated by kings and dined with duchesses, the medal he treasured most was emblazoned with the Sacred Heart of Jesus, and the meal he most craved was the one he shared with the hungry, the sick and the poor – the Holy Eucharist. The God of his fathers, His redeeming Son and the Spirit that guided the one true Church were his alpha and omega. He never would have said or even thought so himself, but all who knew him would agree that he fully lived up to the name that appears on his birth certificate – José Francisco Javier de la Santísima Trinidad Escobar y Córdova. A tribute by his children March 2017
Javier Escobar y Córdova falleció el día 6 de marzo de 2017. Fue, sin lugar a dudas, el hombre más interesante del mundo. A los 95 años de edad, con plena facultad mental y en buen estado de salud, pasó del sueño a la luz. El único compromiso que quedó sin cumplir fue el partido que golf que tenía previsto al amanecer. Don Javier nació en la Ciudad de México durante la persecución de los años 1920. Fue el séptimo de los 14 hijos nacidos de Don Federico Escobar Arce y Doña Ana María Córdova de Escobar. El Obispo de Puebla encontró refugio en la casa de Don Federico y ahí siguió impartiendo los sacramentos mientras la persecución azotaba al país. Esta experiencia tuvo un profundo y duradero impacto en el joven Javier, y durante su larga vida nunca se cansó en defender y apoyar a la Iglesia. Hasta el final mantuvo una fiel participación en actividades espirituales y caritativas, visitando cada semana a los enfermos y consolando a los presos. Durante más de 64 años, Javier fue esposo devoto de Muriel Wicks de Escobar, originaria de Houston Texas, quien le precedió en la muerte hace tres años. Le sobreviven sus hermanos María de la Paz Escobar García Cantú, Paulina Escobar de Martín, Andrés Escobar y Córdova y Federico Escobar y Córdova. Javier brindó un amor paterno constante a sus hijos Javier Jr, Federico, Pablo, Francisco, Teresa, Ana María y Mónica. Recibió con brazos abiertos a sus yernos Michelle, Cecilia, Peggy, Ricka, Scott Fisher, Jim Miles y Marcus Trevino. Fue abuelo de Stephen, Natalie, Andrea, Michael, Gabriel, Rachel, Cristina, Verónica, Sarah, Catherine, María (fallecida), Ryan, Andrew, Jaime, Peter y Taylor, y de Montserrat, Anne-Marie, Caroline, Stephanie y Matthew. Sus bisnietos son Cole Anthony, Peyton Elizabeth, Maddox Alexander, Henry Scott, Jayden James y Mercury Saint.
Consintió como todo abuelo a sus nietos, siempre alegre, con bromas y risas. También quiso transmitirles su fe, lo que no siempre logró. Pero nunca los dejó de querer. Sin embargo, lo que más caracterizó a Don Javier fue su competitividad. Nunca se rindió frente a cualquier desafío, y se entregó con pasión a toda discusión y debate. Golfista de gran categoría en su juventud, y entusiasta hasta el final, también disfrutaba el bridge, y no tardaba en dominar cualquier juego que se le presentaba, frustrando de esa manera inclusive a adversarios que contaban con más experiencia. Su capacidad para identificar al compositor y al título de casi cualquier obra de música clásica, era motivo de bastante orgullo. Don Javier tenía una gran cultura e intereses que incluían el arte, la historia y la política. Abogado de formación, sirvió durante más de 40 años en el Servicio Exterior de México, logrando el alto rango de Cónsul General de México en Dallas, Los Angeles y San Diego. Otros puestos en su larga carrera diplomática fueron Austin, Dallas, Nueva York, Sacramento, Milán, Amberes, Bruselas, Boston, y de nuevo Dallas. Defendió con fervor los intereses de sus compatriotas adonde fuera, sobre todo en favor de los derechos civiles y humanos de trabajadores migrantes y sus familias en California y Texas. Le tocó conocer y ofrecer amistad a personas ilustres en todas partes del mundo, y deleitaba en relatar anécdotas de sus variadas experiencias. Sin embargo, lo que más disfrutó, fue el encuentro con gente de toda clase económica o social y, siendo un auténtico caballero, trató a todo ser humano con respeto y con un gran sentido de humor. A pesar de haber sido condecorado por reyes y haberse sentado en la mesa frente a duquesas, la medalla que más tenía peso en su pecho, era la que llevaba la imagen del Sagrado Corazón de Jesús, y la comida que más le satisfacía era la que compartía con los hambrientos, los enfermos y los pobres – la Santa Eucaristía. El Dios de sus padres, Su hijo Redentor, y el Espíritu que guiaba a la única y verdadera Iglesia, siempre fueron su alfa y omega. Nunca lo hubiera dicho él mismo, ni siquiera lo hubiera pensado, pero toda persona que lo conoció, coincidirá seguramente, en que vivió una vida digna del nombre que aparece en su acta de nacimiento – José Francisco Javier de la Santísima Trinidad Escobar y Córdova. Homenaje de sus hijos Marzo de 2017
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