Honoring, celebrating, and remembering Maria Alicia Guerra. A loving, kind, caring, giving, and resilient woman. She was a beloved wife of 53 years to my father Jose Guerra and mother to four daughters Consuelo, Diana, Nancy, and Gricelda, and grandmother to eight grandchildren Dennis, James, Alexis, Brandon, Raul III, Saul, Aracely, and Kataleya and one great grandchild Daniel.
Our mother was selfless, always putting others first, especially her family and friends. Even though she was ill she was more concerned about her family’s wellbeing and would call them often to ask how they were.
Her truest form of devotion was in the way she loved her family. Our mother’s love for cooking was how she expressed love and brought family and friends together. She was the embodiment of unconditional love. As a wife, she stood by our father through the highs and lows, exemplifying the sacred marriage vows they took. As a mother, she was our fortress of support, guiding us through life's challenges with wisdom from her own life’s lessons. Her home was her sanctuary, where she instilled in us the values of honesty, kindness, and compassion.
When our mother was diagnosed with renal and heart failure, she decided this illness was not going to slow her down. Instead, it propelled her to fight harder every day to be there for her family. Even through the years of dialysis and surgeries she always remained optimistic. She praised God through it all.
As a devout Catholic she was an active member of Our Lady of Guadalupe parish, dedicating countless hours to the Legion of Mary, Guadalupanas and Sacred Heart Society, preparing meals for the church kitchen on Sundays, and teaching catechism classes. Her commitment to her faith was evident not just through her words but her actions, as she consistently put others before herself.
It was our mother’s unwavering faith that guided her through the dark valleys of her journey, her prayers were the light that guided her path. In her final days, she found solace in her communion with God, receiving the Anointing of the Sick with a peaceful heart, ready for her heavenly transition.
We ask that you not mourn her physical departure but celebrate her life—a life lived in service, in love, and in adherence to the teachings of our Catholic faith. My mother once told me that her favorite Bible verse was
Psalm 23: 1-6
The LORD is my shepherd, I lack nothing. He makes me lie down in green pastures, he leads me beside quiet waters, he refreshes my soul. He guides me along the right paths for his name’s sake. Even though I walk through the darkest valley, I will fear no evil, for you are with me; your rod and your staff, they comfort me. You prepare a table before me in the presence of my enemies. You anoint my head with oil, my cup overflows. Surely your goodness and love will follow me all the days of my life, and I will dwell in the house of the LORD forever.
Honrando, celebrando y recordando a María Alicia Guerra. Una mujer amorosa, amable, atenta, generosa e invesible. Fue una amada esposa durante 53 años de mi padre José Guerra y madre de cuatro hijas Consuelo, Diana, Nancy y Gricelda, y abuela de ocho nietos Dennis, James, Alexis, Brandon, Raúl III, Saúl, Aracely y Kataleya y un bisnieto Daniel.
Nuestra madre era desinteresada y siempre ponía a los demás en primer lugar, especialmente a su familia y amigos. Aunque estaba enferma, estaba más preocupada por el bienestar de su familia y los llamaba para preguntarles cómo estaban.
Su forma más verdadera de devoción estaba en la forma en que amaba a su familia. El amor de mi madre por la cocina era su manera de expresar su amor y unía a familiares y amigos. Ella era la encarnación del amor incondicional. Como esposa, ella apoyó a mi padre en los altibajos, ejemplificando los sagrados votos matrimoniales que tomaron. Como madre, ella fue nuestra fortaleza de apoyo, guiándonos a través de los desafíos de la vida con la sabiduría de las lecciones de su propia vida. Su hogar fue su santuario, donde nos inculcó los valores de honestidad, bondad y compasión.
Cuando a nuestra madre le diagnosticaron insuficiencia renal y cardíaca, decidió que esta enfermedad no la frenaría. En cambio, la impulsó a luchar más cada día para estar ahí para su familia. Incluso a través de los años de diálisis y cirugías, ella siempre se mantuvo optimista. Ella alabó a Dios a través de todo.
Como católica devota, fue miembro activo de la parroquia de Nuestra Señora de Guadalupe, dedicando innumerables horas a la Legión de María, las Guadalupanas y la Sociedad del Sagrado Corazón, preparando comidas para la cocina de la iglesia los domingos e impartiendo clases de catecismo. Su compromiso con su fe era evidente no sólo a través de sus palabras sino también de sus acciones, ya que constantemente anteponía a los demás a sí misma.
Fue la fe inquebrantable de mi madre la que la guió a través de los valles oscuros de su viaje, sus oraciones fueron la luz que guió su camino. En sus últimos días encontró consuelo en su comunión con Dios, recibiendo la Unción de los Enfermos con un corazón tranquilo, listo para su transición celestial.
Les pido que no lamenten su partida física sino que celebren su vida: una vida vivida en servicio, en amor y en adhesión a las enseñanzas de nuestra fe católica. Mi madre me dijo una vez que su versículo bíblico favorito era
Salmo 23: 1-6
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v.1.8.17