En una iluminada Noche buena, en el pintoresco pueblo de Lares llegó al mundo Blanca G. Muñoz Román. Ese año sus orgullos padres, Felipe Neri Muñoz Medina y Lydia Román Feliciano celebraron con gran júbilo en Navidad por el maravilloso regalo de tener esa hija. Fue la cuarta en nacer, luego de Lydia Mercedes, Norma Iris y Carmen. Más tarde el destino le regaló tres hermanos: Luz María, Felipe Neri y José Luis.
A principio de sus «veinte» se casó con el contable e historiador José A. Otero Otero, un gran puertorriqueño que adoraba su patria y luchó por sus ideales. De esa unión nacieron tres hijos: Norma Leticia, José Felipe y Javier Omar. David Alberto, su adorado sobrino -fue el gran hijo que la vida le dio para mimarla y llenarla de puro amor- a quien le llamaba de cariño «Tatito» o «el nene».
«Blanqui», como se le conocía de cariño, siempre se distinguió por ser una madre abnegada y dedicada. Cuando sus hijos se enfermaban corría apresurada a llevarlos al hospital, no importaba si tenía que tomar un taxi o un autobús. Siempre quiso lo mejor para ellos, con sacrificio los formó en instituciones educativas privadas. ¡Que alguien se atreviera a decir algo «non grato» de sus hijos que salía como fiera a devorarlos!
No se dejaba intimidar ni manipular por nadie, tal vez por eso aquellos que lo intentaron la llamaban «problemática» o fuerte de carácter. Pero ella era así, toda una Muñoz Román, fuerte, atrevida y decidida. Fue una tía maravillosa, casi una madre para los sobrinos Rosa Muñoz.
La recordaremos como una mujer amorosa, dadivosa, servicial, humilde, que le gustaba vestir bien, era coqueta y algo presumida. Siempre la llevaremos en nuestros corazones…te amamos Mami, te adoramos titi Blanqui.
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v.1.8.18