y remedio no había, entonces
el Señor puso sus manos alrededor
de ella y le dijo al oído “Ven conmigo”.
Con lágrimas en los ojos la vimos
sufrir y decaerse.
Aunque nosotros la amábamos
tanto, no pudimos hacer
que se quedara.
Un corazón de oro dejó de palpitar.
Sus manos cansadas al descanso.
Dios rompió nuestros corazones
para probarnos que Él se lleva
solo lo mejor.
v.1.11.0