Dios te vio llegar cansado cuando tu salud no daba más. Te abrazo y a tu oído susurro, “Ven a mi.” Tú no merecías lo que haz vivido y por eso Él te dio la paz. El jardín de Dios debe ser hermoso, Él se lleva solo lo mejor. Y al verte dormido, en paz y sin dolor, no pudimos desear que regreses de nuevo a sufrir.