Una lágrima se evapora, una flor
sobre mi tumba se marchita,
más una oración por mi
alma la recoge Dios.
No lloréis, amados míos.
Voy a unirme con Dios
y los espero en el cielo.
Yo muero pero mi amor no
muere, yo os amaré en el cielo
como los he amado en la tierra.
A todos los que me habéis querido,
os pido que roguéis por mí,
que es la mayor prueba de cariño.
San Agustín
v.1.9.6