“Grief I’ve learned is really just love. It’s all the love you want to give, but cannot. All the absent love gathers up in the corners of your eyes, the lump in your throat, and in that hollow part of your chest. Grief is just love with no place to go.” - James Anderson
The death of Maria Angelica Valenzuela Parra de Vargas is a loss that will change the lives of those who loved her. Angelica was an extraordinary woman. She lived life in vibrant colours. She was a flawed, kind, honest, loving, devoted, and incredibly witty human. She was a lover of words, flowers, good food, cheeky banter, and great company. She fiercely loved her husband, her children, her sisters, her sons and daughters in law, her grandchildren, her friends. She loved Jesus and Nat King Cole too. She loved to swim, dance, and write poems. She was a marvellous storyteller. She told stories of pain, trauma, and loss, but also healing, love, adventure, hope, and a great beyond. She inspired those who had a relationship with her to create, to play, to never take themselves too seriously. There are deaths that conceive new worlds. Losses that change the way we move around the world. There is pain so heavy, so loud, it forces us to reshape our thoughts, feelings and actions. The loss of Angelica, our beloved Kelita, is an ache that will linger even when the world carries on like nothing ever really happened. Even when the pain squeezes, burns, and bruises, we will welcome it. Because it is a reminder of all the love we still had to give you and we couldn’t. This is not a goodbye, this is a celebration of your life, a thank you for shaping our lives, for the memories of you carved in our hearts. Our souls are eternally connected. This is not a goodbye, this is until we meet again.
“He aprendido que el dolor que se siente cuando un ser querido muere es solo amor. Es todo el amor que quieres dar, pero no puedes. Todo el amor ausente se acumula en las comisuras de tus ojos, en el nudo en tu garganta, y en ese hueco de tu pecho. El dolor es solo amor que no tiene a dónde ir.” -James Anderson
La muerte de María Angélica Valenzuela Parra de Vargas es una pérdida que cambiará la vida de quienes la amaban. Angélica fue una mujer extraordinaria. Vivió la vida en colores pujantes. Era una persona imperfecta, amable, honesta, cariñosa, devota e increíblemente ingeniosa. Era amante de las palabras, las flores, la buena comida, el cotorreo y la buena compañía. Amaba ferozmente a su esposo, sus hijos, sus padres, sus hermanas, sus yernos y nueras, sus nietos y a sus amigos. También amaba a Jesús y a Nat King Cole. Le encantaba nadar, bailar y escribir poemas. Era una cuentacuentos maravillosa. Contaba historias sobre el dolor, el trauma y la pérdida, pero así mismo sobre sanar los golpes de la vida, el amor, la aventura, la esperanza y un gran más allá. Inspiró a quienes tenían una relación con ella a crear, a jugar, a nunca tomarse demasiado en serio. Hay muertes que conciben nuevos universos. Pérdidas que cambian la forma en que nos movemos por el mundo. Hay dolores tan pesados, tan intensos, que nos obligan a reestructurar cómo pensamos, sentimos y actuamos. La pérdida de Angélica, nuestra amada Kelita, es un dolor que perdurará aún cuando el mundo siga como si nada hubiera pasado. Aún cuando el dolor apriete, cuando queme y magulle, le daremos la bienvenida. Será un recordatorio de todo el amor que aún nos quedaba por darle y no pudimos. Esto no es un adiós, es una celebración de su vida, un agradecimiento por moldear nuestras vidas, por los recuerdos de ella tallados en nuestros corazones. Nuestras almas están eternamente conectadas. Esto no es un adiós, esto es un hasta que nos volvamos a encontrar.
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